sábado, 5 de septiembre de 2009

Érase una vez...

Ocurrió hace mucho tiempo en un lugar muy lejano, había una jovenzuela llamada Olivia que nunca había conocido la felicidad. Caminaba por el bosque, como tantas otras veces, pensando en sus cosas cuando de repente un ser extraño se interpuso en su camino; al principio se alegró de conocerle -al fin alguien simpático y amable le prestaba atención- y pronto hicieron muy buenas migas. Peri (que así se llamaba aquel bicho) parecía ser un buen tipo y la chica no dudó en darle toda su confianza.


Pasaron unos meses y la confianza iba en aumento: las tardes de confidencias, los consejos, los gestos de cariño, etc. pero ella no quería encapricharse, sabía que Peri era inalcanzable para ella porque Rosanna ocupaba su corazón durante muchos años. Sin saberlo, fue creciendo un amor del que ella no se daría cuenta hasta verano, era incapaz de entender su corazón... De repente, sin esperarlo, una noche ocurrió algo. Quizá se alinearon los planetas, quizá los Dioses se apiadaron de ellos, quién lo sabe, el caso es que el amor llamó a sus puertas y aquel ser extraño del que se enamoró Olivia resultó ser un apuesto príncipe, su príncipe.


Todo era perfecto, ambos se querían, se respiraba en el ambiente el amor y la atracción que el uno sentía sobre el otro. ¿Así que esto es la felicidad? se alegraba la joven. Sin embargo, la buena racha duró mucho menos de lo que a ella le habría gustado. El príncipe Peri decidió que aquello estaba yendo demasiado rápido y se asustó tanto que decidió apartarse un tiempo de Olivia, un tiempo que ella interpretó como algo necesario pero duro, muy duro. Bastaron cinco días para que Peri regresase a sus brazos seguro de lo que había hecho: entre Rosanna y él ya no había nada, solo quedaban las cenizas de un amor que se gastó y le quemó. Fue entonces cuando la relación alcanzó un punto extremo, Olivia y Peri eran dos enamorados que pretendían estar juntos durante mucho tiempo. Sabían que aquello no iba a ser fácil, pues Rosanna no se iba a rendir y movería tierro y cielo para recuperar a su amado. Olivia, que era demasiado inocente, se alegró de que su príncipe mantuviese una relación de amistad con Rosanna, de hecho, así se lo aconsejó ella misma... Todo seguía siendo todavía más pefecto que al principio, un jardín de rosas sin espinas, un cielo de nubes de algodón. "Soy super feliz cuando estoy contigo, me gustas mucho" le dijo una noche Peri al oído. Podían estar horas y horas y horas juntos, tirados en medio del bosque, hablando abrazados que nunca se cansaban el uno del otro. De vez en cuando Olivia pensaba que algún día despertaría de aquel idílico sueño y pronto él la tranquilizaba asegurándole que no, que de lo único que se arrepentía era de no haberse dado cuenta antes de lo que pasaba.


Pero todo esto era demasiado bonito para ser cierto, un buen día, sin ton ni son, el príncipe empezó a estar inseguro, de nuevo necesitaba un tiempo para estar solo y pensar todo lo que le estaba sucediendo ¿por qué? solo él lo sabía. Olivia, comprensiva como ninguna, le concedió su tiempo y su espacio, esperando en la más mísera soledad una explicación convincente. Confiaba en él, así que no había nada que temer, simplemente aquello estaba yendo demasiado rápido y él estaba un poco agobiado, sí, seguro que era eso.


Pasaron dos días, tres, cuatro y él no daba señales de vida. Cinco días... y su príncipe todavía no sabía cuánto más duraría la espera pues necesitaba tener todo claro en su cabeza para dar el paso; ella no podía más, estaba a punto de estallar. ¿Todo aquello había sido una gran mentira? Imposible -se autoconvencía- seguro que tiene una explicación y queda menos para saberlo, aguanta. Finalmente, el sexto día Olivia se enteró de rebote, a través de terceras personas que no estaban al tanto de su relación con Peri, que este había vuelto con Rosanna.


Esto sucedió no hace mucho tiempo en un lugar no tan lejano y todavía hoy aquella joven está esperando que Peri, aquel príncipe que resultó ser un gusano rastrero, le de la "gran" noticia y le explique todo lo sucedido... ¿Cómo pudo ser tan cobarde? ¿cómo pudo mentirle de esa manera? ¿cómo pudo cambiar tanto de la noche a la mañana? ¿cómo pudo ser tan...?












...Lo que más me duele son tus mentiras, me has traicionado.

2 soplos de aire fresco:

Cristina Poulain dijo...

Ainsssss, no sé qué decirte.

Ese tipo es un cobarde y un capullo.

La vida no es nada justa, cada día me doy más cuenta.

Y lo que dices es cierto, lo que duelen son las mentiras y la traición, sé que si él hubiera dado la cara lo hubieras entendido, pero no, coge y se esconde.

Si necesitas algo, ya sabes donde encontrarme.

Un besoteeeeee

Y curate prontito, aunque no lo creas todo lo que sientes ahora se te pasará, lo sé, y algunos días tendrás bajones pero otros tendrás subidones. Y no pienses que eres una tonta, porque tonto es el que no arriesga, no te arrepientas de nada.

Un abrazo muuuuuuuuuuuu fuerteeeeeeeeee

Ixtlapale dijo...

El amor o mejor dicho el sentimiento de amor es tan extraño, que a comienzo a creer que nunca lo voy a entender, no me gustaría generalizarlo diciendo que todo es un ciclo, pues por lo menos en mi experiencia las cosas siempre son distintas, el comentario que me dejaste en mi blog me hizo reflexionar sobre muchas cosas; y decidí concluir con esta frase.

"El amor es raro, quizá muy raro, pero nadie podría vivir sin él. Por momentos duele, pero es sólo una falsa percepción;

El amor es eterno, mientras dura.

Tiempos mejores vendrán, aprende de esto y no queda de otra más que seguir adelante.

Saludos

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