lunes, 5 de octubre de 2009

Vivimos en un continuo examen

Todo el mundo ha tenido alguna vez en su vida un examen, es más, todo el mundo ha tenido a lo largo de su vida una retahíla de exámenes. En el colegio, en el instituto, en la universidad... Todo el mundo, pero nadie nunca acaba por acostumbrarse: todos los temen, de una forma u otra. Unos con insomnio los días -o incluso meses- que preceden al susodicho, otros con sudores fríos los minutos antes; unos con tembleques en cualquier parte del cuerpo, otros con ataques involuntarios de habla continuada y frenética; unos con ojeras de tanto repasar los apuntes, otros con agujetas en las manos de la barbacoa que organizó el día de antes (me refiero a las chuletas); en fin, hay mil formas de padecerlos, pero todos los sufrimos aunque nos mentalizamos de que es una simple prueba, un simple examen, uno de tantos.

Sin embargo, poca gente advierte que, si bien no seremos estudiantes eternamente, sí estamos sujetos a exámenes continuados, de los cuales el resultado no responde a una relación directa con el tiempo dedicado al estudio; sino más bien de nuestra capacidad de supervivencia, de salir airosos de un problema común y diario: la vida. Esto sí que es duro, esto sí que da miedo. Te levantas y nunca sabes a qué extraña situación tendrás que hacer frente hoy: quizá te cruces al vecino del quinto y te critique por el volumen de la música del día anterior; o tal vez tengas que pelear en plena calle con un chaval que intenta atracarte; o igual te toca hacer un sprint (digno del primer premio en las Olimpiadas) bajo una lluvia de aguacero porque el autobús acaba de llegar a la parada y tú te encuentras en la otra esquina; es posible que tengas que decidir si ese piso que has visitado hoy es lo que buscas o si este es el trabajo que necesitas; puede ser que te cruces con alguien misterioso que te sonríe amablemente; o quizá hoy alguien te ponen en un compromiso con una pregunta a la que no hallas respuesta; tal vez ha llegado el día de decir adiós a esa persona que tanto quieres, o de intentar solucionar las cosas con ese viejo amigo... Es un examen continuo, con cientos de alternativas, ninguna incorrecta ni tampoco correcta. Pero a pesar de todo, me gusta saber que hoy no será igual que ayer, ni mucho menos que mañana. Hoy es un día diferente y las cosas pueden cambiar, porque quizá mañana tu "examen" te salga perfecto y acabes el día con una sonrisa de oreja a oreja; y aunque no sea así, tienes 365 oportunidades cada año. Merece la pena intentarlo, no te dejes nada en el tintero, no des nada por sentado.

...Yo decido cada día cuál es mi destino,
depende de qué alternativa elija *

2 soplos de aire fresco:

Akrata dijo...

Mi vida es como un examen a punto de suspender. Mi mente interpreta a los demás como examinadores. Es duro tener fobia social.

salud

Gotadeagua dijo...

Me ha fascinado esta entrada, no tengo palabras... :)
Tienes toda la razón, la vida no es sólo un examen, es una prueba continua: de obstáculos, de valentía...de ganas de vivir...
Un saludo

Publicar un comentario