Disfrutar de un concierto en directo, a 391 kilómetros de tu casa, rodeada de personas desconocidas y reunidas allí con un objetivo común: botar, cantar, gritar y rimar hasta no poder más. No tiene precio.
Que pidan un fuerte aplauso para ti y tu amiga como cierre del concierto, para agradecer el gesto que has tenido de pegarte un viaje tan largo para solo estar 12 horas en la ciudad, únicamente por verles a ellos. No tiene precio.
Pero que luego, te regalen minutos de su preciado tiempo, charlen tranquilamente contigo, te lo agradezcan nuevamente en privado, se presten a tomarse la última contigo en una plaza cercana, se echen unas risas contigo. Descubrir que no a todos se les sube la fama a la cabeza y que son unas personas geniales. Eso, eso es increíble y tampoco tiene precio :)
...que los planes de última hora siguen siendo los mejores *