No son novios, ni nunca lo han sido;
no se gustan, ni nunca lo han sentido;
no son hermanos, pero como si lo fuesen.
Se conocieron un verano y desde entonces algo les mantiene conectados, algo especial. Les separan 355 kilómetros, pero aprovechan la más mínima ocasión para verse. Así, se vuelven a mirar a los ojos, no pueden creerse que al fin estén el uno frente al otro, después de dos años... Saben que solo disponen de unas horas porque ella cogerá otro tren en breves, pero se conforman: más es eso que nada. Se vuelven a abrazar. Se cogen de la mano y comienzan a hablar, a ponerse al día sobre sus vidas, a recordar viejos tiempos. No dejan de mirarse a los ojos en ningún momento, ni de regalarse sonrisas y abrazos, tienen que aprovecharse porque ¿quién sabe cuántos años pasarán hasta que vuelvan a verse? Ni lo piensan, quieren disfrutar.

"Nada se me ocurre, nada es suficiente para decir lo que tengo yo adentro.
Lo nuestro es tan genial que nadie puede decir que lo entiende,
porque no es así"